Aprovecho que ya me remordía la conciencia para escribir sobre mi abuelo. Lo recuerdo fundamentalmente como un hombre bueno. Una lástima que la fotografía digital sea tan relativamente reciente pues me hubiera gustado tener más recuerdos gráficos de él.
La imagen que recuerdo es la de un hombre mayor, delgado y bajito, vestido con un traje de éstos "típicos de pueblo", con sus inseparables sombrero y bastón y unas gafas de "culo de vaso" que le permitían ver algo, paliando en cierta forma los efectos de la "retinitis pigmentosa" que padecía.
Lo recuerdo erguido de pie, casi de perfil, apoyado sobre el bastón y tratando de distinguir cualquier cosa en la distancia. Al final de su vida ya veía poco y alguna vez al verme llegar no me reconoció hasta que le hablaba.
Tenía sin embargo su coraje y sus manías. Comía a las 13:00 y si por alguna cosa no tenía la comida lista a esa hora, ya empezaba a refunfuñar y a hablar del agujero que se le formaba en el estómago. El coraje, sin ser habitual, tampoco era infrecuente cuando se le llevaba la contraria.
Vaya, hace 12 años que murió y me doy cuenta de que recuerdo las cosas como cuando mi abuela habla de las cosas que pasaron hace 30 años, como si fuera una película que vimos hace tiempo en vez de un hecho real. Es normal, es la forma en la que recordamos las cosas, pero no deja de ser un poco triste.
Recuerdo con especial viveza las veces que yo le afeitaba. No sé si sería una costumbre adquirida hacía tiempo o si fue algo derivado de su escasa visión, pero no se solía afeitar él sino que lo afeitábamos nosotros. Se sentaba, le poníamos un "babero", y con bacía o sin ella lo íbamos afeitando. Después, a falta de after-shave, un poquito de colonia obraba el milagro de que se sintiera "fresquito".
Otros de los momentos que más han quedado marcados en mi memoria son los del dominó. Para mi abuelo era más que una diversión, casi un vicio. Jugaba con los amigos por ahí, jugaba en casa con la familia, con mi abuela, conmigo ... A mí me pondría a jugar con él teniendo yo unos 4 ó 5 años y me hacía trampa. Yo recuerdo que me daba unas panzadas de llorar enormes a causa de tan dolorosas derrotas. Unos años más tarde las panzadas de llorar serían por perder al ajedrez con mi padre y otros años más tarde ya no lloraría más; no porque no fuera de lágrima fácil, sino porque ganaba :-). Además, estaban las ocasiones en las que mi abuelo ganaba dejando al rival con cero puntos. En ese caso, el otro se quedaba "zapatero" y él gesticulaba como si de un zapatero se tratase, con aire burlón. Parece ser que esto de "zapatero" no era algo local de aquí; según parece, es común en el juego, sobre todo para decir ... "100-0, zapatero".
También viene a mi mente cuando con 4 ó 5 años, antes de que mis abuelos se mudaran a Málaga, yo fui un verano a Vélez y estuve lo que para mí fue mucho tiempo, pero que no sería más que unos días. Durante esa estancia, aparte de ver una piedra en una plaza que me causaba mucho miedo por haber muerto o haberle pasado algo malo a alguien por allí recientemente (lo mismo fue algo que me dijeron para asustarme, quién sabe), pues aparte de la piedra, recuerdo los animales de la granja, una vaca que yo quería ordeñar y sobre todo un mulo sobre el que me subió momentáneamente mi abuelo.
Otra de las cosas que le gustaba era "el cante", la copla más bien. Siempre nos pedía que pusiéramos alguna de las películas que le habíamos grabado en por aquel entonces novísimo y carísimo VHS. Así veía por ejemplo "Un caballero Andaluz" (él la llamaba "La Colorín"), "Soy Minero" o "Un lío de Faldas" y con Carmen Sevilla, Antonio Molina o Manolo Escobar, se entretenía y pasaba las horas.
Y del resto ... pues el resto son muchas cosas pero me temo que lo que recuerdo mejor es la última parte de su vida, condenado a vivir enganchado a una bombona de oxígeno tras haber sido fumador toda su vida, hasta sólo hacía unos años, sufriendo un primer infarto que lo llevó al hospital y por último, sufriendo un segundo infarto y el progresivo "apagamiento" hasta que murió. Un mes antes había muerto mi tía de cáncer y en medio, murió también Lola Flores. Eso me recuerda que hace poco murieron Paco Umbral, Emma Penella y Antonio Puerta el mismo día. Alguien dijo que se trataba de un mal día y otro alguien contestó que según los datos del ministerio, 300 personas mueren al día sin que nos acordemos de ellas. Al menos nosotros, no nos acordamos, que los funerarios sí que lo hacen. No en vano se ganan su sueldo gracias a que un día una célula (pongamos que una ameba) decidió de motu propio multiplicarse inventando con ello la vida y casi que debido a la finitud de material de construcción disponible, también la muerte en cierta forma.
Pero me voy por las ramas. En aquéllos días de hace doce años, de las 300 personas que murieron, una simbolizaba para mí mas que las otras y es que ya lo decía el Padre Apeles, el amor se distribuye en círculos concéntricos, se quiere más a quien se tiene más cerca. Antes, durante una o dos semanas, yo había estado yendo al hospital a ver a mi abuelo y a darle la comida. Yo estaba estudiando, preparándome los exámenes y me podía acercar a las 2 o así que sería cuando le llevaban la comida. Ésta costumbre de cuidar a nuestros mayores es algo que hemos mamado (unos más y otros menos) en nuestra familia y que yo particularmente procuro seguir siempre que puedo (también por descargar a las mujeres que como siempre, son las que cargan con todo).
Pues bien, siempre me llevaba la cartera cuando iba a ver a mi abuelo ... siempre menos aquella vez. La vez que el infarto le repitió. Yo llegué y al contrario que otras veces, estaba muy apagado y creo que con el monitor conectado o algo así. El caso es que rápidamente supe que tenía el pulso muy acelerado y débil, concluí que el corazón ya no le daba para más y nervioso como pocas veces he estado, salí a buscar a un médico. El médico entró y al verlo me pidió que me saliera. Ya no hacían falta más palabras. Fui a una cabina a telefonear a alguien, a quien fuera, pero no llevaba dinero encima. Vencí mi, por entonces, gran timidez y conseguí pedirle 5 duros al médico para llamar por teléfono. Creo que tras pedírselos a alguien de la familia, se los devolví al rato aunque ya no lo recuerdo con nitidez; no sé qué pasaría al final con lo que para mí todavía era una respetable suma de dinero (otra cosa de la que podría hablar alguna vez es cómo se percibe el dinero siendo un adolescente sin ingresos o siendo un hombre con ingresos por muy normalitos que sea).
Con los 5 duros, (casi puedo ver todavía la gran moneda en mi pequeña mano), llamé creo que a mi tío y me parece que saltó el contestador. Luego no sé si llamé a mi prima para que avisaran a mis padres. Y ya no recuerdo más. Esto sería quizás un jueves, ese jueves o el viernes lo metieron en la UCI y ya no entré o no pude entrar a verlo. el sábado su estado se agravó y el domingo a última hora alguien, probablemente mi madre, llegó diciendo que algunos órganos habían empezado a paralizarse.
El lunes por la mañana yo tenía examen y cuando me levanté, escuché una llamada. Era el hospital alertando a mi madre de que el estado de mi abuelo se había agravado. No necesité que nadie me dijera que ya no había solución, claro está. Mi tío llegó, me dejó en la universidad para hacer el examen y ellos fueron hacia el hospital. Yo hice el examen, un 5, sabiendo que mi abuelo probablemente ya había fallecido. Salí del examen, cogí el autobús y me paré en el hospital. Me llegué a la zona de la UCI y allí pregunté por mi abuelo esperando la confirmación. Una enfermera miró a la otra y mitad me lo dijeron, mitad le dije yo a ellas que ya lo sabía. Les di las gracias y volví a casa.
Esa tarde y la siguiente supuestamente debía estudiar para otro examen. No estudié nada (suspendí de hecho) y en cierta forma me sabía mal pues sabía que lo de mi abuelo ya no tenía solución pero bueno, cada uno es como es. Enterramos a mi abuelo y a diferencia de con mi tía, no derramé apenas una lágrima. Me había dado tiempo a hacerme a la idea de que iba a morir y no estaría más conmigo. Sólo un momento de debilidad, el que siempre es el peor, cuando el ataúd entra en el nicho para quedarse. Hasta entonces siempre ha estado contigo, incluso sin vida, pero ha estado ahí contigo. A partir de entonces se produce una ruptura, él se queda, tú te vas y te llevas contigo sólo el recuerdo. El recuerdo de un buen hombre, al que afeitaba, con el que jugaba al dominó y que veía las películas "de cante" en el VHS una y otra vez.
Un saludo, Domingo.
sábado, septiembre 08, 2007
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3 comentarios:
Tienes razón en algunas de tus reflexiones. Sobre todo cuando hablas del "estilo película" en que conservamos los recuerdos, al menos los conservamos. Según mi propio pensamiento nadie está realmente muerto mientras subsista en el recuerdo de alguien.
Por cierto, ya que mencionabas a Enma Penella, te dejó una anécdota sobre su vida que no se si conoces: El apellido Penella es el materno, sus dos hermanas también artistas, tampoco son conocidas por su primer apellido ¿el motivo de la renuncia al apellido paterno? Que su padre fue uno de los militares que una noche durante la guerra civil sacaron de su casa y fusilaron a un genio granadino, Federico García Lorca.
A.C.Oliver, anecdotario express
Se nos van y nos dejan solos. Pero siempre nos queda la memoria como asidero y el modo de recordar también tiene mucho que ver con nuestro modo de ser. Hace mucho tiempo que no juego al dominó y al ajedrez. Reconozco que ambos juegos proporcionan momentos entrañables.
@Oli. Puede ser lo que comentas acerca de cuándo muere realmente una persona. En cierta forma es como aquella frase que decía que el jarrón puede romperse en mil pedazos pero el aroma de las flores permanecerá.
La anécdota que cuentas, sí me era conocida, gracias. Una de las hermanas creo que es María Garralón, la Julia de Chanquete.
@Vicente. Gracias por lo que dejas traslucir. En cuanto al dominó y al ajedrez ... quizás podrías jugar con tu nieto :-).
Un saludo, Domingo.
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